jueves, 7 de agosto de 2008

Viaje

Se que vivo lejos de la U. Que quizás en vez de un simple tomar la micro esta cosa ya se ha convertido en un verdadero viaje. Este hecho podría parecerme natural, rutinario y bastante obvio. De hecho muchas veces es así. Me subo a la micro, digo un buenos días a veces mecánico (depende de mi estado de ánimo), me instalo en un asiento que se encuentre a la mitad, ojalá de ventana, me enchufo a los audífonos y a perderse. En esos días suelo mirar por la ventana, pero ¡ojo! no es la Karina la que está mirando por la ventana, sino su simple representación, una especie de holograma inconsciente. Porque en realidad no estoy ahí, mi mente viaja hacia otros lugares, no miro el recorrido, no me importa la gente de las calles. Ahí estoy con los típicos “chicles mentales”, esos temas cotidianos que te dan vueltas y vueltas y más vueltas, comienzas analizando cada parte de lo que hiciste, cada gesto que articulaste, cada palabra que dijiste, y las inviertes y cambias su sentido e imaginas el “qué hubiera pasado si…”.

Pero después de varias sesiones tóxicas seudo-paranoicas de pensamientos rumiantes decidí dedicarme a observar cuidadosamente y analizar este fenómeno llamado “viaje en micro”.

Me di cuenta que la micro muchas veces suele tener un efecto mecedor en las personas. El asunto de dormir en ellas es todo un cuento. El otro día le pedí a una señora con lentes de sol si me podía dar la pasada para sentarme en el asiento de la ventana y no pareció oírme. Me asomé por encima y claramente estaba dormida, su cabeza se parecía a esas de los perros porfiados que antes se usaban en los autos. Me sonreí y con el dolor de mi alma (quizás le estuviera matando algún sueño reponedor) le tantié el brazo a ver si me oía. Y una vez sentada ni siquiera había terminado de guardar mi pase escolar cuando la pobre ya estaba dormida de nuevo. “Menos mal que me bajo como en una hora más”, pensé.

El otro tema interesante son las conversaciones de micro: la gente jura que nadie más los oye. Puede sonar metiche, sin vida, al estilo “vecina bisagra” (si no está en la puerta está en la ventana), pero me es inevitable cuando la pila de trescientos pesos del pen drive ya no dio para más. Me ha tocado oir desde pelambres de barrio hasta conversaciones entre estudiantes de media que de cada diez palabras que pronuncian, siete son garabatos; incluyendo confesiones entre amigas sobre infidelidad. (Aprendizaje: habla bajo, los demás sí te oyen)

Mi gran técnica para llegar más rápido a casa a nivel más perceptivo ha consistido últimamente en la observación silenciosa. Es casi una etnografía contemplar las aventuras de micro, la gente de siempre en los horarios de siempre, las conversaciones, las eternas peleas de los choferes con los estudiantes, el recorrido tan rutinario, las mismas calles, las empresas, las casas, los negocios, la gente que a veces no parece gente, los que miramos por la ventana y nos perdemos en los cerros, ese serpenteante recorrido, toda una música de fondo para el vaivén de cuerpos inertes agotados por terminar el día o somnolientos por empezarlo.

¿Y me preguntaban qué hacía para soportar una hora de viaje?

2 comentarios:

cathy dijo...

holii :)
xD
mi viaje no es tan largo, incluso no alcanzo ni a sentarme a veces, y sí, también me ha tocado escuchar conversaciones, algunas no muy agradables, cuando por cosas del destino no voy escuchando música, el otro día volviendo de la U, se subieron dos tipas, mayores pero no tanto (o eso parecían), y hablaban al lado mio ¬¬ de cuando se emborrachaban, creéme, no fue ameno, justo ese día no iba con mis audifonos =(
XD
ke triste mi vida jojojo
yaaaaa karinasinideas__ ke esti bien
chaitooooooooooooo...

Cathy (:O)

Hammerlink - Mariskal - Alvarox dijo...

wenisimo el articulo
veremos si nos ponemos con n blog ahora
pero de todas maneras, excelente calidad el articulo
felicitaciones
todo lo q dijiste, es el relfejo de todas las personas qe nos gustan las cosas simples de la vida.
saludos y ojala nos pongamos en contacto.
exito!!